ORACIONES PODEROSAS
 

Orando por nuestra Alma según las Escrituras
Orando conforme a la Voluntad de Dios

- Parte 1 -

Septiembre 22, 2010

 

ecesitamos aprender a orar por nuestra alma usando las áreas que las Escrituras nos presentan como guía. En el proceso aprenderemos a orar cosas excelentes y también aprenderemos cómo actúa Dios.

Es muy difícil orar correctamente. Y una de las razones es que no tenemos una estructura de oración que nos ayude a ser consistente y a ser efectivos.

Obviamente que la oración a Dios por nuestra alma debe comenzar con la pregunta: ¿Qué necesita mi alma? Y luego dejar que Dios mismo nos responda según Su Palabra. Nadie mejor que nuestro Padre Amoroso conoce nuestras verdaderas necesidades.

Si Dios se nos apareciera y nos preguntará que quieres que te haga, ¿qué les responderías? Hay miles de necesidades y la mayoría de nuestras necesidades son vanas; muchas de nuestras necesidades son consideradas por Dios como adulterio.

“Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís.  Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.”                                 - Santiago 4:2-4

¿Qué necesita mi alma?
Vamos a ver por lo menos veinte áreas de necesidad de mi alma y cubriremos cada una de ellas en oración.

1. Lo primero que mi alma necesita es una inclinación a Dios y a Su Palabra.
Sin eso nada sucederá de valor en mi vida. Debo querer conocer a Dios; debo querer conocer Su Palabra; debo querer acercarme a Él. Nótese que el énfasis es en querer. Es un desear que sólo Dios pondrá dentro de nosotros. Esa inclinación interna es un amor hacía Él. Sólo Dios puede poner un amor hacía Él.

Por naturaleza nuestra alma está inclinada a la vanidad, a las cosas contrarias de Dios. Y el Dios que nos salvó perdonando nuestros pecados y regenerando nuestro espíritu, es el que no da el poder para salvar nuestras almas inclinándolas al deleite de la obediencia. Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro” (I Pedro 1:22).

¿De donde viene ese querer? Viene de Dios. Él es el Autor y perfeccionador de nuestra fe. El Salmo 119:36 nos enseña a orar así.

lnclina mi corazón a tus testimonios, Y no a la avaricia. Aparta mis ojos, que no vean la vanidad; Avívame en tu camino. Aparta de mí el camino de la mentira, Y en tu misericordia concédeme tu ley. Escogí el camino de la verdad; He puesto tus juicios delante de mí. Dame entendimiento, y guardaré tu ley, Y la cumpliré de todo corazón. He aquí yo he anhelado tus mandamientos; Vivifícame en tu justicia. Y me regocijaré en tus mandamientos, Los cuales he amado. Tu presencia supliqué de todo corazón; Ten misericordia de mí según tu palabra.”                                                 - Salmo 119:36, 37, 29, 30, 34, 40, 47, 58

Esto fue exactamente lo que pidió el joven Salomón a Dios, un corazón para con Dios. “Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo; porque ¿quién podrá gobernar este tu pueblo tan grande?” (I Reyes 3:9).

¡Qué petición tan efectiva y haríamos mucho bien para nosotros mismos pedirla! Esto agradó mucho a Dios quien le agregó mucho más. “Y agradó delante del Señor que Salomón pidiese esto. Y le dijo Dios: Porque has demandado esto, y no pediste para ti muchos días, ni pediste para ti riquezas, ni pediste la vida de tus enemigos, sino que demandaste para ti inteligencia para oír juicio, he aquí lo he hecho conforme a tus palabras; he aquí que te he dado corazón sabio y entendido, tanto que no ha habido antes de ti otro como tú, ni después de ti se levantará otro como tú. Y aun también te he dado las cosas que no pediste, riquezas y gloria, de tal manera que entre los reyes ninguno haya como tú en todos tus días” (vv. 10-13).

En términos del Nuevo Pacto, tener un corazón inclinado hacia Dios es tener un nuevo corazón. “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra” (Ezeq. 36:26-27).

La atención del mundo es bien fuerte. Las cosas materiales y temporales luchan por nuestra atención. Cuando tenemos un ojo puesto en Dios y el otro puesto en este mundo, nunca podremos experimentar el Poder de Dios. Pero tener un corazón inclinado hacía Dios es la clave para conquistar el doble animo, es decir, un corazón dividido.

Inclinar el corazón a Dios es una obra de la Gracia y no de nuestro poder. La palabra Inclinar es la palabra hebrea natá [h5186] y significa estirar o esparcir, rendir, adherirse, tender, proponer, y extender, como cuando Moisés extendió su vara hacia el cielo, y Jehová hizo tronar y granizar sobre todo Egipto, o como cuando Aarón extendió la vara de Moisés sobre las aguas y todo deposito se convirtió en sangre (Éxodo 9:23; 7:19).

Inclinar mi corazón es estirarlo de tal forma que no quede ningún área que no obedezca a Dios y se deleite sólo en Él.  Esta es la cura de un corazón dividido. Este es un corazón que experimentará el Poder de Dios.

Así como sólo Dios pudo hacer estos portentosos milagros sobre Egipto, así sólo Dios puede hacer esta obra en mi alma. “Como los repartimientos de las aguas, Así está el corazón del rey en la mano de Jehová; A todo lo que quiere lo inclina” (Proverbio 21:1).

Tal como David le pedía a Dios, “Por el camino de tus mandamientos correré, Cuando ensanches mi corazón. Enséñame, oh Jehová, el camino de tus estatutos, Y lo guardaré hasta el fin. Dame entendimiento, y guardaré tu ley, Y la cumpliré de todo corazón” (Salmo 119:32-34).

El sabio nos indica, Inclina tu oído y oye las palabras de los sabios, Y aplica tu corazón a mi sabiduría” (Prov. 22:17).

Yo deseo obedecer a Dios y agradarle en todo, pero las cosas de este mundo me llaman tanto la atención que mi lealtad a Dios es una lucha. La razón de ello es que mi corazón no está inclinado hacía Dios.

¿Cómo perseveraron los santos antiguos? ¿Cómo ellos experimentaron el Poder de Dios?

La respuesta se halla en la fe de las vidas de estas mujeres y hombres. ¿Cómo pudo Abraham levantar su daga brillante para traspasar el corazón de su hijo? Porque él creyó que Dios tenía el poder para resucitar a Isaac y era fiel para guardar Sus promesas de hacerlo una gran nación.

Pero hay algo más en este hombre. Hebreos 11:11-13 nos dice que el enfoque de él era la Ciudad Celestial. Él reconocía que la tierra no era su morada final y por lo tanto vivió todo el tempo como extranjero y peregrino.

“… y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra….Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria.”                                         – Hebreos 11:13-14

¿Por qué el cristiano de hoy en día no experimenta el Poder de Dios? Porque su enfoque es este mundo. Su corazón está inclinado para lo pasajero. Pero el corazón de Abraham fue inclinado por Dios para la Patria Celestial.

De igual manera, Moisés en una decisión conciente y clara rehusó los privilegios de ser de la familia real, y escogió en su lugar, ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón. Él temía a Dios y no la ira de Faraón y celebró la Pascua porque creía que un juicio se acercaba sobre los primogénitos.Él se sostuvo como viendo al Invisible. Su enfoque era lo espiritual y eterno en lugar de lo carnal y temporal

José tenía una completa seguridad en las promesas de Dios y su enfoque era el cumplimento futuro de esas promesas, por ello que al morir por la fe mencionó la salida de los hijos de Israel de Egipto, y dio mandamiento acerca de sus huesos.

Todos estos hombres perseveraron y experimentaron el Poder de Dios que los guardaba porque veían al Invisible. Allí esta la respuesta. Dios en Su Gracia inclinó el corazón de ellos para Sí mismo.

Proclamar las verdades de Sus promesas a aquellos que están cautivos, animar a los creyentes a permanecer delante cualquier tribulación, y edificar al Cuerpo de Cristo que no desespere bajo cualquier aparente victoria del enemigo, solamente es posible al comprender la perfección de la Fe.

El máximo logro de la fe es victoria sobre la muerte en la resurrección. La máxima realidad de la fe es que nada nos separará del Amor de Dios, que eternamente somos Sus hijos y que reinaremos sobre la tierra.

Que Dios incline nuestros corazones a estas realidades de la cruz y entonces experimentaremos el Poder del Evangelio. Esta es la visión gloriosa del Reino de Dios.

Oremos juntos:
«Señor Omnipotente y digno de toda gloria y majestad, bendito seas para siempre. En el nombre de tu glorioso Hijo Jesucristo te suplico que inclines mi corazón hacía ti solamente, para tener delicia en Tu presencia y fortaleza en la obediencia.

Así como cuando extendisteis Tu glorioso poder sobre Egipto y nada quedó fuera de Tu alcance, así extiende Tu Gracia vivificadora y que no quede ningún área en mí que no doble su rodilla delante de Tu trono y proclame genuinamente el señorío de tu amado Hijo.

Porque tuyo es el Reino, el Poder y la Gloria por siempre, Amen.»

 

       Con un corazón inclinado a Él…
                                                                                 Dr. Johel LaFaurie  
   

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